miércoles, 20 de octubre de 2010

Rebelión en Mercedeslandia


Rebelión en Mercedeslandia

Imagínese que la revolución no nazca en Puno sino en el acomodado distrito de San Isidro en Lima. Algo así está sucediendo en Alemania. Desde hace semanas, imágenes de policías pegando con bastones a colegialas indefensos, o bombas lacrimógenas tiradas contra amas de casa mantienen en vilo a los alemanes. No es que nunca hubiesen protestas públicas aquí, pero solían ser atribuidos a grupos de la extrema izquierda o derecha “caóticos” que se libran batallas callejeras en las metrópolis de Berlin o Hamburgo. Pero no en Stuttgart, la apacible capital del estado federal de Baden-Württemberg .Los suabos que viven aquí tienen fama de ser los más tacanhos entre los tribus germanos y a la vez los técnicos más ingeniosos, dos características que hicieron de Baden-Württemberg el estado más próspero y más conservador de la república. Aquí es la cuna de los autos Mercedes y Daimler , la región de Stuttgart representa la clase media acomodada par excellence, pequenhos y medianos empresarios y empleados bien asalariados y solo marginalmente afectados por la crisis financiera ya que los chinos continúan comprando autos alemanes por dozenas.
Hace apenas un anho, la canciller Angela Merkel , en medio de la crisis financiera, alabó como modelo nacional a la “ama de casa de Suabia” porque esta, según Merkel, sabía que no puede gastar más de lo que tiene. Hoy, la misma ama de casa suaba se entrena para la protesta pacífica y pone en jaque a la democracia alemana. El motivo puede sonar banal. La construcción de un ultramoderno nuevo terminal de tren bajo tierra que debería hacer más rápido el viaje de Paris a Bratislava y catapultar a la ciudad trabajadora pero algo dormida a la cúspide del desarrollo urbano del siglo XXI. El costo de este proyecto “Stuttgart 21”: una cantidad cada vez más grande de euros, hasta ahora se habla de 5 mil millones, la tala de un parque urbano de árboles y la visión de vivir durante anhos en un sitio de construcción ruidoso ha encendido tanto los ánimos de los ciudadanos que hasta padres de familia mandan a sus hijos a protestar y no al colegio.
Lo que mantiene perplejos a los políticos en Berlin y Stuttgart es que el proyecto Stuttgart 21 ha sido debatido desde hace 15 anhos en cuánto gremio de la democracia parlamentaria que pueda haber antes de que recibió la luz verde. Parece una democracia sin efecto. Cuando los primeros bulldozers empezaron a demoler los árboles, los ciudadanos ya no se acordaban de las 15 000 interpelaciones que el “Planstellungsverfahren” , el procedimiento administrativo previsto para apelaciones ciudadanas (y que es tan burocrático como la palabra suena, hasta en los oídos de los propios alemanes), había procesado. La gente e Stuttgart salió y sigue saliendo en cantidades a protestar contra la demolición de su parque. Pero sólo es una protesta por cuidar unos árboles ? En las protestas de Stuttgart se manifiesta la grieta entre política y pueblo que ha alcanzado también al corazón de Europa. Se manifiesta también un malestar con un desarrollo modernizador a un alto costo, pagado con más deudas, cuyo único beneficio es poder viajar en 30 minutos en vez de 60 minutos a la próxima ciudad de Ulm. La promesa del más rápido, más alto, más moderno parece estar perdiendo su brillo .
Interesante como los argumentos que se esgrimen se parecen a las que se escuchan en el Perú cuando el pueblo no quiere un proyecto minero o una hidroeléctrica: los empresarios salen con el argumento de la competitividad y que si no se construye el terminal, Alemania quedará relegada en la competencia del tráfico europeo y saldrá el último de la clase. Además – esto no lo dicen – son ellos mismos los primeros beneficiados del proyecto ya que les tocará construir el terminal archimillonario. La clase política de Berlin vocifera contra un pueblo, según ellos, desorientado, minoritario o cortoplacista que no acepta los procedimientos prevista por la democracia parlamentaria. Un referéndum posterior sobre el proyecto es lo que a ellos parece ser el inicio del fin de la democracia parlamentaria.
Por ahora las dos partes han aceptado un mediador. Heiner Geissler es un político retirado, que pertenecía al ala social de la democracia cristiana y que hace dos anhos, a sus casi 80 anhos, hizo público su adhesión al movimiento crítico a la globalización ATTAC. Un primer logro es que las dos partes han accedido a conversar – en público y transmitido por Internet y televisión.
Vamos a ver si la ama de casa suaba logra tumbar el terminal del siglo XXI.

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